Lunes de ciudad

¿Dónde estás ahora? ¿El ascensor, la calle, el autobús o el metro, el lugar de trabajo? Sí, tu vida. Bueno, lo que parece tu vida. Ahí estás, en ella; se te ve allí, con el ánimo de los lunes y la ropa habitual, tal vez un libro, y también un teléfono en la mano; navegando entre el cemento, las prisas; mira la exhalación, cómo pasa encarnada en los coches; los escaparates zumbando, las ásperas aceras, los taxistas, el olor seco de urbe, los padres llevando a los hijos, semáforos brillando, más empleados, otros tantos como tú, olor a humo, a máquina, corbatas, ruidos ásperos, tacones, cejas fruncidas, más prisas, pies, zapatos, botas cruzando pasos de cebra. Es en esa vida donde estás y, sin embargo, caminar por tu vida no es sólo estar ahí, bien lo sabes, sino también andarse por las ramas y perderse en la lana, gastar el tiempo, seguir pensando  en las sábanas y soñar más de lo que confesado. No se repiten los sueños por azar. Aquello que soñabas siempre, que se ha repetido tanto, son tus vidas. Las otras, que se van borrando por el ruido, la calle, los atascos, las prisas, el olor a humo, a máquina, los ruidos ásperos, las cejas fruncidas, las prisas. Las vidas que volverán a ti a la noche, apagado el lunes, ya de vuelta al silencio de tus sábanas.

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